''LA VIDA NO BASTA'' del ganador de este certamen internacional: Francisco Legaz

"La vida no basta", obra ganadora del II Premio de Libro de Relatos La Vida es Bella, no es sólo un libro divertido que provoca tanto la risa como la sonrisa; es mucho más, porque Francisco Legaz muestra un profundo conocimiento del alma humana, unido a grandes dosis de humor de ese que llaman inteligente y hace una impecable deconstrucción de la realidad. El narrador de La vida no basta parece un observador externo a nuestros usos culturales y costumbres y las desnuda y desmenuza con la naturalidad con que lo haría un niño. Con un humor que a veces llega al surrealismo y con un estilo propio y muy cultivado, Francisco Legaz destruye nuestras vivencias cotidianas y nos sirve en plato caliente y palpitante lo que somos en realidad, no lo que creemos ser. La familia, el amor, los ideales, todo cuanto esperábamos de la vida, pasa por las manos del autor y su escepticismo nos contagia y nos provoca un espasmo nervioso que bien podría pasar por una sonrisa. Pero es, nada más y nada menos, la constatación de que todo era mentira.
FRANCISCO LEGAZ es Licenciado en Filosofía y Antropología, Diplomado Universitario en Enfermería, Diplomado en Gestión de Atención Primaria, experto en terapia psicoanalítica grupal, y Master en Bioética. Es autor de las novelas Trazo blanco sobre lienzo blanco y Un viaje hacia el abismo, publicada por Ediciones Irreverentes. Además ha publicado las novelas La memoria vacía, Colóquese siempre en posición horizontal, Mujeres de otoño, Palabras encadenadas, y El horizonte está en la escalera. Ha participado en las antologías 13 para el 21, Relatos contra el olvido, 250 años de terror, Antología del relato negro I, Microantología del Microrrelato, Las estratagemas del amor, Yo también escuchaba el parte de RNE,Poeficcionario y Microantología del Microrrelato II.

La obra “La vida no basta”, del escritor Francisco Legaz, gana el II Premio La Vida es Bella de Libro de Relatos.

“La vida no basta”, del madrileño Francisco Legaz se ha impuesto en el II Premio La Vida es Bella de Libro de Relatos, entre 159 libros de relatos llegados de 20 países. El jurado del Premio, organizado por el programa de Radio Televisión Marbella La Vida es Bella, y presidido por la escritora Sasi Alami, ha seleccionado cuatro obras como finalistas. Son:

-Relatos negros, del asturiano José Angel Ordiz
-Todos los cuentos, el cuento, de la sevillana Elena Marqués
-Brevedad, del asturiano Juan Manuel Fernández Argüelles
-El último vagón, del hondureño  Kalton Brhul

La Vida es bella ha valorado en el libro ganador “un profundo conocimiento de la psicología humana, unido a grandes dosis de humor inteligente y una impecable deconstrucción de la realidad. El narrador de La vida no basta parece alguien externo a nuestros usos culturales y costumbres y las desnuda y desmenuza con la naturalidad con que lo haría un niño. Con un humor que a veces llegar al surrealismo y con un estilo propio y muy cultivado, Francisco Legaz, destruye nuestras vivencias cotidianas y nos sirve en plato caliente y palpitante lo que somos en realidad, no lo que creemos ser”
            Francisco Legaz ha publicado las novelas “Un viaje hacia el abismo” y “Trazo Blanco sobre lienzo blanco”, en antropólogo, enfermero y psicoterapeuta.
            El libro será publicado por Ediciones Irreverentes.

En el II Premio de Libro de Relatos La vida es Bella se han recibido 159 originales de 20 países. Desglose de obras recibidas por países:
España 98
Argentina 16
Cuba 9
Colombia 7
México 6
3 Perú, Francia, Uruguay, Venezuela
Alemania 2
1 Suecia, Noruega, Canadá, Guatemala, Honduras, Ecuador, Paraguay, Bolivia y Portugal

Cinco finalistas del Certamen Internacional La vida es Bella 2011

CINCO Finalistas del Premio Internacional La Vida es bella 2011.

Terminado el plazo de envío de originales para el II Premio de Libro de Relatos La vida es Bella se han recibido 159 originales de 20 países. Los cinco títulos finalistas son:

- Todos los cuentos el cuento
- La vida no basta
- Brevedad
- El último vagón
- Relatos Negros


Desglose de obras recibidas por países:

España 98
Argentina 16
Cuba 9
Colombia 7
México 6
3 Perú, Francia, Uruguay, Venezuela
Alemania 2
1 Suecia, Noruega, Canadá, Guatemala, Honduras, Ecuador, Paraguay, Bolivia y Portugal

El ganador se conocerá a comienzos de la semana que viene.

Obra ganadora en el I Certamen 2010 ''La Vida es Bella de Relato Erótico'' ''EL DESEO DE UNA CUARENTONA'' de José Enrique Canabal.

El deseo de una cuarentona.

La tía de Guillermo se llamaba Lola, tenía una edad inconcreta, rondaría los cuarenta; era muy atractiva, sin duda habría sido muy bella, pelo rubio teñido, ojos celtas de un azul muy oscuro, buenos senos, una cintura estrecha que se desbordaba en unas amplias caderas, remarcadas por unas nalgas respingonas, que hacia que al verla por detrás pareciese una codiciada jovencita, aunque el desencanto y la dejadez asomaban en su rostro. Me acogió muy bien y siempre me trató como si fuese el hijo que nunca tuvo, aunque sus manías de solterona a veces nos agobiaban. Cocinaba como una reina, allí permanecí cuatro hermosos años, y con el dinero que me ahorraba me servía para enviar, de vez en cuando, un regalo a mí madre. Con la tía de Guillermo mantuve una relación epistolar muy intensa hasta el funesto día de su prematura muerte. Siempre recordé unas palabras suyas que me dijo tras una larga sobremesa y una tumultuosa noche de amor, por supuesto regada con largas copas de aguardiente de yerbas: “A una mujer se la convence mucho mejor de que es amada, más por lo que adivina, que por lo que se le dice”. Pero no adelantemos acontecimientos que eso ocurrirá más adelante.

Estaba sentado en la butaca del salón, era un sábado por la tarde. Guillermo se había ido a La Coruña a plantarle a su padre la conveniencia de trasladarse a Madrid a estudiar, quería cambiar de facultad y obtener el título en la una universidad de más prestigio. Además, le confesaría que quería, cambiar de carrera, la contabilidad no le gustaba nada, quería ser abogado y una vez acabada la carrera, dedicarse a la política, el mejor teatro para llegar lo más arriba posible, era la capital del reino. Aunque yo sospechaba porque él quería huir de Vigo, siempre tenía en su pensamiento al padre de Rosa que le producía pánico y lo bloqueaba. Sumido en aquella reflexión no advertí la presencia de la tía, que algo circunspecta se había sentado frente a mí. Estaba arreglada, vestida de calle, muy hermosa; al sentarse la falda se le subió por encima de las rodillas y mis ojos se pedieron entre sus muslos. La miré encandilado, ella me sonrió sensual y me saludo:
¾Hola, te noto muy pensativo.
¾¡Ah! Hola, perdona tía, pero no me había dado cuenta de tu presencia.
Ella sonrió maliciosa, observo como mi mirada se perdía en sus muslos, me miro a los ojos al mismo tiempo que tiraba y ajustaba la falda a sus rodillas.
¾Por cierto, ¿qué le pasa a Guillermo? Se sincero y no me engañes, que yo lo he criado desde pequeño y es como si fuera mi hijo. Te ruego que no te andes por las ramas.
¾No le pasa nada tía, está triste por dejarte, dejar esta ciudad, el cambio de facultad y de carrera lo cual implica que tenga que volver a empezar prácticamente desde cero.
¾Escúchame con atención: yo conozco a Guillermo mejor que nadie, aunque sé que no soy su madre, le comprendo mucho mejor que algunas madres a sus hijos; y él lleva una temporada muy raro, lo de ir a Madrid ha sido después.
¾Tía, no sé que decirte.
¾Claro que sabes que decirme y no me mires a mí, mírame a los ojos.
¾Es que...
¾Espera un momento, como los dos estamos algo crispados, voy a ir a la cocina a por dos copas y no serviremos unos tragos de aquel aguardiente de hierbas que tanto te gusta.
Se levantó, la miré como se dirigía a la cocina, por detrás era una hembra de bandera, aunque si quiero ser sincero por delante también, su andar descuidado moldeaba y hacía ondular sus nalgas, lo que disonaba era su cara que si aparentaba los cuarenta y pocos años que tenía. Al instante volvió sonriente, sirvió las dos copas, me acercó una, al entregármela, se inclino y mis ojos se perdieron y vagaron inconscientes por su hermoso canalillo.
¾A tú salud y la de Guillermo, que vais a dejar a esta pobre vieja solterona sola, pero que muy sola. Venga que no se diga, la beberemos de un solo trago.
Los dos a una, bebimos la copa hasta el final, a mí la garganta me quemaba un poco y ella solicita, se levantó, se acercó y volvió a llenarme la copa, ahora el fragor del alcohol hizo que mi mirada no se perdiese involuntaria por el canalillo, sino que se posase lujuriosa en él.
¾Te escucho, procura no defraudarme.
¾Tía, lo que te he dicho es la verdad.
¾Mira nunca me imaginé que fueras tan desagradecido. Cuando llegaste del pueblo, tú estabas muy perdido, yo te di afecto, no te quise como a Guillermo pues él es como si fuese mi hijo; a ti al principio te cobije para que le acompañases, pues él siempre ha sido un solitario, seguro que nunca superará lo de la muerte de su madre, aunque yo he sido para él como una verdadera madre, después me caíste muy bien; a partir de ahora siempre echaré de menos nuestras largas platicas. Así que no me engañes y defraudes, aunque tú no lo creas, para mí has sido algo especial.
¾De acuerdo, Tía.
¾Llámame por mi nombre, si no te importa. ¾Dijo sonriéndose sensualmente.
¾De acuerdo Lola. Guillermo, hace seis meses, tuvo un lío de faldas, una muchacha llamada Rosa quedó embarazada. Hubo un juicio.¾ Ante la cara perpleja de la tía, parecía que le iba a dar un sincope, decidió resumir. ¾Por fortuna quedó absuelto.
¾¿Un juicio? Y yo sin enterarme. Seguro que habrá sido cosa tuya también.
¾No, Lola no. En el juicio se probó que Guillermo y otros cinco se habían acostado en aquel mes con Rosa, con lo que no se pudo probar la paternidad.
¾¿Y tú también te acostaste con ella?
¾No, yo fui el único de la panda que no me acosté con ella.
Observo como Lola, hace un mohín cariñoso, descruza las piernas para servir otra copa y mi mirada ahora se perdía en sus muslos, un instante antes de levantarse, centre mi mirada y observé con lujuria una mancha negra en su pubis. Sorprendido me pregunté: ¿no llevaría bragas? No, no podía ser, me estaba desbocando, tendría que reprimir mis deseos incontrolados, sería que llevaba bragas negras, además, ella era rubia de piel clara; posiblemente mi apetito y abstinencia sexual, coreadas por el aguardiente de hierbas me estaban jugando una mala pasada.
¾Muy interesante, muy interesante.¾ Comento algo misteriosa. Cogió de nuevo la copa y levemente sorbió un trago.¾ ¿Y tú cómo es que no te acostaste con ella? ¾ Preguntó con mirada maliciosa.
¾Porqué a mí no me gustan las mujeres que se acuestan con todos.¾ Le dije con falsa firmeza de varón integro, volví a coger mi copa y le bebí de un solo trago.
¾Muy bien, así es como deben ser los hombres, los muy hombres. Y a mí, en particular me gustan que los hombres también sean muy discretos.
La tía me sonrió enigmática, se levantó para servirme otra copa; mi mirada volvió a perderse allá arriba de sus muslos intentando descifrar aquella negrura, al  volver esta vez se sentó a mi lado, notaba sus calientes muslos contra los míos, yo comenzaba a hervir por dentro debería ser por los efectos del aguardiente de hierbas, debería controlarme sino estaba seguro de que iba a meter la pata.
¾No sé si me acostumbrare a estar sola, ya me había hecho a vosotros dos. Me va a ser muy duro sobrellevarlo.
Gimoteó y unas sutiles lágrimas se asomaron a sus ojos, pero que sus párpados no derramaron ni gota; yo le acaricie la cara con la yema de mis dedos y ella atrapó mi mano entre las suyas y la beso, yo con el ánimo de tranquilizarla le manifesté:
¾No te pongas así, que él vendrá, en navidades, en semana santa y en verano, y puede que algún puente.
¾Quizás al principio sea así, pero pasado algún tiempo, cada vez os iréis distanciando más y más. Me volveré a quedar sola, muy sola.
Hizo un puchero, cogió la copa y la vació de un trago. Intentó levantarse, pero dio un traspié y se me echó encima. Yo notaba su cuerpo caliente y apetecible, mis manos en lugar de intentar que no se cayera, palparon sus nalgas, mi corazón estaba a punto de estallar de deseo, su cara estaba casi pegada a la mía, me miro con la dulzura de sus ojos azules y me pidió:
¾Acompáñame hasta el dormitorio, voy a intentar dormir, estoy un poco ida, debe ser el aguardiente que no me está sentando bien.
La cogí por encima de la cintura, ella descanso su cabeza en mi torso, mi corazón traqueteaba y mí pantalón en la bragueta crecía por momentos. Vi como ella de reojo la miraba y una sutil sonrisa asomó a su cara. La acerque hasta el dormitorio; una vez allí la dejé en la cama, se sentó me cogió la cara y besó cálidamente mi mejilla, sus ojos llorosos clamaban lo que yo no sabía decodificar, o quizás mi deseo si lo sabía. Abandoné la habitación algo avergonzado, ella volvió a mirar a la bragueta y me pareció ver una sonrisa de burla; volví al salón muy agitado, una vez allí me serví una copa de aguardiente de hierbas y la bebí de un solo trago. Me quede sumido en pensamientos incoherentes que no era capaz de decodificarles; hasta que me volvió en mi la voz de Lola que me llamaba:
¾Por favor tráeme una copa de aguardiente, no puedo dormir.
Serví una copa, me temblaba el pulso, mis pensamientos se desbocaban, me acerque a la habitación de la tía, al entrar observe un profundo brillo en sus ojos; me fije en su ropa, se había cambiado, ahora ya no llevaba el vestido, un hermoso camisón color salmón, asomaba por las sabanas y trasparentaba sus portentosos senos. Le acerqué la copa y ella, con un gesto me indico que la dejara encima de la mesilla. Le apreté la mano para darle apoyo, al intentar soltarme noté una leve presión que no dejaba que mi mano se soltara, alcé los ojos y al cruzarme con los suyos me di cuenta de que los tenía clavados en mi tremebunda bragueta, quizás buscando el deseo de mil alma; titubeé no sabía si soltarle la mano o no, estaba confundido, no me atrevía a hacer lo que mi instinto me indicaba; volví la cara y mi mirada se posó en el taburete, que había a los pies de la cama, allí descubrí los sostenes, y sus bragas eran de color blanco, ahora mi corazón retumbaba en mi pecho y mi deseo ahora era más fuerte que mi cordura. La apreté fuertemente la mano, ella tiró de mí, me acerqué a ella, mis labios buscaron los suyos y arrojadamente los besé, cuando iba a apartar mi cara de la suya sentí como su cálida lengua se introducía llena de deseo en mí. Ella apartó las sabanas y yo presto me lancé dentro de la cama. Lujuriosa comenzó a desnudarme. La besé con pasión y nuestros cuerpos rezumaban un deseo animal muy fuerte, la pasión se apodero de los dos y los besos se hicieron más intensos. Acaricié sus tersos pechos, bese sus duros y puntiagudos pezones, y, ella, mientras tanto, mordisqueaba mi cuello, lamía mis orejas, aquella sensación me gustaba y me ponía fuera de mí. Palpé con mis dedos su entrepierna y sus ingles salvajes que conforman un claroscuro y una humedad arrebatadora me embriago; acaricié su clítoris con mimo, jugueteé corto rato con sus delicados labios, mientras ella abría sus piernas, más y más, invitándome a entrar, pero continué acariciando su pubis, sus labios, enredando mis dedos en sus abundantes, ensortijados, negros y delicado vello pubico; pero no me detengo, la abro con ambas manos, despacio, con poderío, dispersando la oscuridad húmeda de ahí abajo, sin que ninguno de ambos dijésemos una palabra, yo, como un sabueso, sondeo los meandros femeninos con mirada aguileña, ella anhelante, fuera de sí, goza de su propia tibieza; ágilmente me echó a un lado, se coloca encima de mí, de rodillas, con una pierna a cada lado, a la altura de la cintura; ella me mira, lo tiene casi encima de la boca, le dan unas irreprimibles ganas de mordérmelo, yo jugueteo; le abro los labios, contemplo con admiración aquel color rojo coral, que invitaba una y otra vez a mi lengua a lamerla, era de día, pero estábamos perdidas en la penumbra, yo en cierto modo me había quedado separado de mi aparato sexual; mis movimientos eran los de un durmiente que batallaba desesperadamente para volver a entrar en un cuerpo que comenzaba a ceder. Cuando ella no aguanta más, la agarro por los pelos de la nuca para que me lo coma; harto de jugar la hago resbalar por mi cuerpo, erecto, denso y hermoso, y, se la meto con brusquedad, advierto como un jadeo acaricia mi cuello;  siento la placentera sensación del orgasmo mutuo, ella se transfigura en una segunda piel y surge de la oscuridad como si formase parte de mí, sigue moviéndose lentamente, disfrutando de cada embate, al mismo tiempo que me enseñaba sus maduros, pero aún tersos pechos, sus pezones rodeados de una enorme luna nueva, me apuntaban lujuriosos. Al principio creía que la lastimaba por los gritos que emanaban de su garganta reprimida, mientras yo jadeaba y me movía rítmicamente como un cazador que no quiere hacer ruido para acechar mejor a su presa, pero aquella presa enardecía con gemidos de placer. Comenzó a gritar, más que gemir, tanto que pensé que realmente la hacía daño, ello lejos de hacerme parar me impulsaba a seguir y seguir mientras ella se retorcía gritaba de placer; estaba totalmente fuera de su ser, la cogí por las nalgas con las dos manos y le daba empellones, la atraía a voluntad, me imploraba que siguiera, que no parara, que se iba a volver loca, me excito tanto que volví a correrme. Aquella fue una noche interminable, yo conseguí llegar innumerables veces al orgasmo, pero ella  más veces que yo, era como un volcán que eclosionaba y se tragaba mi ardiente lava.

Cuando me desperté eran las diez de la mañana, pero apenas había dormido dos horas. Me levanté y me acerqué al baño, me introduje en la bañera y me di una reparadora ducha, estuve más de diez minutos bajo ella sin moverme; al rato exhausto noté como la cortina se separaba y aparecía Lola desnuda, su cuerpo era el de una mujer bandera, anchas caderas, potentes muslos, culo respingón, estrecha cintura, pechos tersos, hermosísimos pezones rodeados de una enorme aureola sonrosada; su pelo rubio alborotado, caía por su cara que se mostraba increíblemente relajada, tapándole un ojo y descansaba indolente sobre sus hombros. Bajé la mirada y se estrelló contra sobre su poblado pubis negro, aquel contrapunto de cabellos me excito; ella comenzó a acariciarme, me besaba los labios, el pescuezo, mordía mis tetillas, bajó al ombligo y lo lamió, yo volvía a estar fuera de mí, bajó y bajó, se arrodilló, me acaricio los testículos con su lengua y a continuación comenzó a hacerme una felación; duro unos breves instantes que me transportaron al edén, cuando comencé a eyacular, ella no se apartó y succionaba mi semen, aquello fue superior a mí mismo, creo que me vació y sorbió mi alma. Salí de la ducha, fuera de mí, mis ojos ardían de deseo, volvía a la cama extenuado, me acosté y dormite. Al rato, ella se metió en la cama, aún tenía el cuerpo algo humedecido, empezó a jugar conmigo y todos sus movimientos me conducían a su vajina, la acariciaba y la besaba, ella cada vez abría más sus piernas, comencé a lamerle, los labios, el clítoris, y, llena de gozo y gemidos, la poseyó un largo multiorgasmo. Quedamos dormidos; al despertarme miré el reloj, eran las cuatro de la tarde. Ella no estaba en la cama, se había levantado, oía ruidos en la cocina, con gran trajín preparaba no sé qué; al rato con voz melodiosa me llamo:                
¾Ven, vamos a reponer fuerzas, estarás hambriento.
Me levante, tan sólo me puse el calzoncillo, me acerque a la cocina y la vi vestida solamente con un delantal, me acerque a ella que estaba de espaldas a mí, pegada al infiernillo, y la cogí por las nalgas, la bese en el cuello y la apreté contra mí, me estaba poniendo cachondo otra vez, pero ella algo seca me dijo:
¾Venga deja de jugar¾ me miró adusta y me ordenó ¾, ponte una camisa y siéntate en la mesa. Voy un momento al dormitorio.
Al rato apareció con vestida con una bata de guata. Noté en su cara que se había roto el encanto. Seca me inquirió para que comenzase a comer. Hasta que acabé de comer no mediamos palabra. La miré y manifesté:
¾Ha sido una noche maravillosa. No sabía que el amor era tan intenso.
Displicente me inquirió:
¾Déjalo ya, tienes que marcharte, tu autobús sale a las seis y cuarto, no te va a sobrar mucho tiempo.
¾No esté triste tía... bueno quiero decir Lola...
Le acaricié la cara suavemente con mis dedos y ella la apartó y me sonrió y dijo:
¾Venga no seas zalamero.
¾No, sí lo digo en serió, te prometo que cuando esté en Madrid, no te olvidaré y volveré a verte siempre que pueda.
¾Presta atención. Lo de está noche no volverá a repetirse nunca, nunca más...
¾Pero Lola, yo te amo.
¾No te confundas, tú lo que tienes es cariño, cosa normal después de haber convivido varios años, pero el amor ya vendrá o a lo mejor ya lo tienes con esa chiquilla de Noia, que me comentabas cuando estabas nostálgico.
¾No Lola, lo que he sentido está noche nunca lo había sentido, no veas lo que he aprendido.
¾Déjalo ya, tú eres muy joven aún y lo que has descubierto es el erotismo que proporciona el sexo.
¾Lo que pasa es que tú no me quieres.
¾Claro que te quiero, pero no como tú piensas, yo tan sólo me enamoré una vez y fue para toda la vida.
¾No te creo Lola. Yo te quiero
¾Pues peor para ti.
Ante la  cara de desencanto que puse, me sonrió tristemente y añadió:
 ¾Yo me enamore de un hermosos italiano, era un noble marino, adecuado y muy cariñoso. Y no te olvides que a una mujer se la convence mucho mejor de que es amada, más por lo que adivina, que por lo que se le dice
¾Y si tanto le quieres... ¿por qué no te vas con él?
¾Sencillamente porqué ya no está
¾Me lo imaginaba, pero yo Lola nunca te dejaré.
¾Pero que crío eres, te crees un hombre porque acabas de cumplir los veintiún años, y has culminado una noche de sexo, y no te confundas, esta noche no ha habido amor, tan sólo fue sexo con una vieja solterona que creía que para ella se había apagado para siempre la llama del cuerpo. Déjalo todo como está, que a ti aún te queda mucho para madurar.
¾Yo ya no soy un crío, te lo he demostrado esta noche.
¾Sí cariño. ¾Le acaricio la cara, le sonrió maternal y apostillo ¾ Y te he dicho que mi corazón es del marino italiano.
¾Maldita sea, pero él no está, te ha abandonado.
¾En eso no te quito la razón. Presta atención: dentro de un mes, hará diez años que su barco venía hacia Vigo, estaba a una singladura, pero al doblar el cabo Finisterre su carguero zozobro y las sirenas, posiblemente, se lo llevaron para siempre al fondo del mar; su cadáver nunca apareció, yo aún tengo la esperanza de que algún día le vea aparecer por la puerta.
¾Lo siento mucho, no creo que sea posible, además, yo te quiero Lola.
¾Ya sé que me tienes aprecio, pero no confundas el deseo con otra cosa. Si ayer no nos subiésemos acostado juntos esta conversación no tendría lugar.
¾No estoy de acuerdo Lola.
¾Me da igual lo que pienses.
Intenté asirla por la cintura para besarla, pero ella firme, se aparta, me mira fijamente y me inquiere:
¾Estate quieto de una vez y deja las manos quietas.
¾No, no me estaré quieto, te quiero y deseo volverte a besar.
¾Esta noche ha sido un error. He sido una loca.
¾No ha sido un error, ni creo que estés loca, lo que nos ha sucedido esta noche no creo que le suceda a la gente normal a menudo, pues yo no estoy seguro de que muchos puedan aguantar toda la carga afectiva y erótica que nuestros cuerpos rezumaron durante toda la noche. A sido algo sublime que no me gustaría perder.
¾Déjalo ya de una puñetera vez, me estás volviendo loca. No es a ti a quien amo, te pareces mucho a él, pero yo aún sigo amando a Pietro y siempre, de por vida él ocupará mi corazón. No te confundas mozalbete, ayer cuando yo te decía que te amaba con locura, era a él y no a ti a quien quería. Te das cuenta insensato.
¾Sí.
 Ahora los ojos de Lola enmudecieron y hizo un duro gesto con la boca y dijo:
¾Déjalo ya y vístete. Creo que lo de esta noche ha sido un garrafal error por mi parte. Metete en la cabeza, que lo de esta noche, nunca, jamás, volverá a ocurrir¾ su cara denotaba seriedad, era como si nada hubiese ocurrido ¾. Es algo que quedará para siempre entre tú y yo. ¡Lo has comprendido!
¾

Era incapaz de dormir, no quería recapacitar, me escondía observando como pasaban, unos tras otros, los postes que sustentaban la catenaria, o vislumbrando los terraplenes, descifrando su profundidad por la negrura; de vez en cuando miraba a las estrellas intentando recuperar el tiempo perdido, pero la imagen de la tía Lola se había borrado. La soledad relativa del tren, tan sólo era interrumpida por los ronquidos de los que tenían su alma en paz y podían dormir; ello posibilitaba mi reflexión y me instigaba un sentimiento de trasladación qué, de alguna manera, me liberaba de mis remordimientos que eran como una vivencia oscura que ayudaba a mis pensamientos a fundirse y trasladarme a mi remota infancia. El tren avanzaba precipitadamente, con desconcierto furioso, apenas si se detenía en unas estaciones y las otras las pasaba en un suspiro. Parecía embestir los campos, pero su avance, en el horizonte, apenas se notaba, se diría que las verdes praderas ondulaban como una inmensa manta verde, era como si el propio tren las estuviese sacudiendo. Cuanto más vertiginoso transitaba el tren, más mordaces eran las ondulaciones. Me daba cuenta de que empezaba a paralizar mis pensamientos, lo que, sin duda, me conducirían a un callejón sin salida. Íbamos a Madrid, abandonábamos aquella gris Galicia de la década de los sesenta. Podía sentir la presencia de la tía Lola, veía su rostro radiante, irradiando un color bello, indescriptible, como el del cielo de poniente en el horizonte; aunque lo único que podía observar era como la ventanilla reflejaba sombría y cruel mi cara, mostrando el ennegrecido cuello de mi camisa azul celeste; la luz del crepúsculo hacia que mi imagen se reflejara en la ventanilla y el retazo de tela celeste hacia contrapunto con la crispación de mi mandíbula, mis cabellos morenos alborotados se sublevaban sobre mi frente. Lo ensortijado de mi pelo y mi primorosa nariz me daban un aire de gran resolución, y, de algún modo, sugerían un movimiento hacia delante, aunque, vistas de frente mis negras cejas, mi boca rectilínea de gruesos labios, daban la impresión de inseguridad. Llevaba unos pantalones téjanos desgastados en las rodillas y en los muslos, un jersey de cuello de pico de color azul marino cubría holgadamente lo fornido de mi figura. Aplasté el cigarrillo en la rejilla que cubría el radiador. La colilla cayó rodando a mis pies y con la puntera la escondí debajo del radiador. Tenía que olvidar a la tía Lola y comencé a reflexionar:
Uno de los eventos que más marco a nuestro grupo fue el mayo de sesenta y ocho. En aquel  mes, Francia y en especial Paris, habían vivido un clima de revolución. Las protestas comenzaron con la toma de la universidad de Nanterre, para presionar a las autoridades. El seis de mayo una gran manifestación de estudiantes, más de cincuenta mil, marcharon sobre Paris para protestar por el cierre de la universidad, decretado por el gobierno. El resultado de la feroz represión fueron miles de estudiantes y trabajadores heridos, de los cuales unos cuatrocientos fueron ingresados en diferentes hospitales en estado grave. Los estudiantes y trabajadores se valieron contra la brutalidad policial arrancando los adoquines de las calles y lanzándolos contra los policías, algunas avenidas de Paris quedaron prácticamente sin pavimento. En Paris el filosofo Sartre y Miterrand brindaron su total apoyo a la causa. Por fin el día trece un llamamiento a la huelga general paralizó toda Francia. Todo aquello nos había despertado de la opresión que vivíamos y nos entraron unas enormes ganas de libertinaje, pero lo más que aportaron fueron charlas cargadas de tópicos y diatribas, la dictadura franquista no daba para más. En cambio lo que quizás nos influyó fue el movimiento Hippie que también tuvo como base importante a la ciudad californiana de San Francisco, y su distrito Haight-Ashbury. Esta nueva subcultura heredó algunos valores contraculturales de la Generación Beat y en menor  contestatario, abrazaban la revolución sexual y creían en el amor libre, eso era lo que más nos gustaba, pero incautos de nosotros el nacional catolicismo lo prohibía. Algunos participaron en activismo radical y en el uso de estupefacientes como la marihuana, el LSD y otros alucinógenos con la intención de alcanzar estados alterados de conciencia. También buscaron formas de experiencia poco usuales, como la meditación. Debido a su rechazo al consumismo solían optar por la simplicidad voluntaria, ya sea por motivaciones hedonistas, espirituales-religiosas, artísticas y políticas. A Lola le encantaba aquel movimiento por eso no se depilaba las axilas, las de la tía Lola y su ensortijado pubis se me mostraban indelebles en mi amplitud de horizontes. Me esperaba una larga abstinencia sexual.